El nuevo paradigma de la gestión organizacional concibe a las organizaciones como seres vivos, que funcionan como sistemas abiertos y complejos, que aprenden, crean conocimiento y cambian a través de un funcionamiento fluido, dinámico y retroactivo.
Los trabajos de estos últimos quince años han permitido crear las bases de una teoría organizacional sólida. Las aportaciones se sitúan en la línea
Los estudios sobre el aprendizaje organizacional con el enfoque de “gestión del conocimiento” – vinculada a los trabajos sobre “organizational learning”- han contribuido a conocer cómo se produce el conocimiento en las organizaciones, a través de qué proceso y bajo qué circunstancias, y cómo gestionarlo para su efectividad Destacan aquí los reconocidos trabajos de Nonaka y Takeuchi, (1999), Nonaka (2003) sobre la “espiral de conocimiento” y los trabajos de Dixon (1994) relativos al “ciclo organizacional” y, más recientemente, el de Mayo y Lank (2003) que aúna las distintas contribuciones en esta línea.
Según esta línea de trabajo, para que ocurra el aprendizaje organizacional no es suficiente que las personas individualmente cambien sus estructuras mentales –ocurra el aprendizaje individual- sino que es necesario facilitar activamente el aprendizaje colectivo y llevar a cabo actuaciones que deriven de los significados construidos; es necesario pasar de los conocimientos individuales a la creación de conocimiento colectivo e institucional que es el que realmente hace avanzar a las organizaciones.
Los trabajos sobre “gestión del cambio” se asocian al movimiento de las “organizaciones que aprenden” –vinculados con el movimiento “learning organization”- y tienen por objetivo analizar el proceso, la naturaleza y las barreras que dificultan el cambio en las organizaciones, así como desarrollar estrategias para su gestión. De amplio reconocimientos gozan los trabajos de Argyris y Schön (1978), Argyris 1999) y Swieringa y Wierdsma (1995) sobre los niveles de cambio, y los de Senger (1992) Kotter (1997), Beiter (2006), Burke (2007) que proponen estrategias para realizar de manera sistemática procesos de cambio en las organizaciones empresariales.
La teoría de la complejidad, junto con los estudios
Es más, incluso la inestabilidad, la impredecibilidad no son propiedades que se deriven del entorno, más o menos cambiante, en el que se mueve la organización, sino que son intrínsecas al comportamiento habitual de la organización; son el resultado de la no linealidad e interactividad del sistema relacional que opera en toda organización (Battran,2001; Navarro, 2002; Saez et al.2003).
Desde esta perspectiva de la complejidad, las personas se convierten en un elemento esencial en la dinámica organizacional; su cosmovisión, su variedad intra e interpersonal, su capacidad para reaccionar, tener iniciativa y tomar decisiones, su disposición para el diálogo y trabajo en equipo constituyen todas ellas cualidades de gran valor. Se revaloriza su papel, de tal manera que de la clásica “gestión
2 comentarios:
interesante planteamiento , elaborado y cierre humanistico.Xavier>Ang.
Un placer leer estas propuestas reflexivas. Pienso que si la evaluación es un proceso de toma de información para la toma de decisiones (que no tienen que ser necesariamente y/o exclusivamente sancionadoras) deberían de implicar la participación del tradicionalmente llamado "discente", de forma que le ayude a tomar conciencia de su propia imagen y situación de forma que, con el apoyo de los recursos educativos (incluidos los docentes) camine hacia la garantía del proceso de aprendizaje, !crecer¡. Para ello las dinámicas participativas y dialógicas son esenciales. Tal vez la disponibilidad del recurso tiempo y la imaginación sean la principal dificultad en un contexto dominado por la eficacia efectista más que por la asimilación del prpoceso.
Gracias.
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